lunes, 25 de septiembre de 2017

COMENTARIO DE TEXTO BOSSUET RESUELTO


Dios estableció a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los pueblos [...]
Los príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra. Por medio de ellos Dios ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el trono de un hombre sino el de Dios mismo.
Se desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra ella es un sacrilegio. [...]
No existe ninguna forma de gobierno ni institución humana alguna que no presente inconvenientes; de tal suerte que se debe seguir con el mismo tipo de gobierno al que un largo tiempo de vivencia ha acostumbrado al pueblo. […]
Únicamente al príncipe incumbe velar por el bienestar del pueblo; éste es el primer artículo y fundamento sobre el que se basan los demás; […] no puede existir poder alguno que no dependa de él; ni asamblea alguna que exista si no es contando con su visto bueno.
Así es cómo, a favor del bienestar de un Estado, se deposita en una misma mano todo el poder. El desperdigar dicho poder es dividir al Estado; es dar al traste con la paz pública.
Por su condición, el príncipe es el padre del pueblo; su grandeza le sitúa muy por encima de los intereses mezquinos; a mayor abundamiento, toda su grandeza y su propio y lógico interés se basan en el que el pueblo sea conservado, puesto que a la postre si le faltase el pueblo, dejaría de ser príncipe. Por tanto, nada mejor que entregar todas las riendas del poder del Estado a aquel que mayor interés tenga en la conservación y en la grandeza del Estado.

BOSSUET, J.B., Política según las Sagradas Escrituras, 1709

COMENTARIO

El texto que vamos a comentar es un texto de carácter filosófico político. Su autor es J. B. Bossuet, clérigo e intelectual francés de finales del siglo XVII y principios del XVIII que destacó por su defensa del régimen absolutista utilizando argumentos de tipo religioso. El texto es un fragmento de su obra Política según las Sagradas Escrituras, publicada póstumamente en 1709, en la cual justificaba la situación política de su tiempo afirmando que el poder del rey era de origen divino y que, por tanto, su poder debía ser absoluto. El destinatario del texto es público.
En cuanto a las ideas principales expuestas en el texto, debemos destacar una: la del origen divino del poder del rey. Bossuet sostiene que es el mismísimo Dios quien elige a los reyes para que gobiernen en su nombre; por tanto, la persona del rey es sagrada, y su poder, indiscutible y absoluto, y ningún otro órgano, ni persona, ni ninguna ley pueden limitarlo. Como idea secundaria, podemos destacar la defensa que hace Bossuet de la autoridad real utilizando como argumento que no hay nadie más interesado que el soberano en defender el bienestar de su pueblo y la grandeza del Estado. Otra idea secundaria digna de ser mencionada es que debe mantenerse la monarquía, porque es la forma de gobierno a la que el pueblo está acostumbrada.
La forma de gobierno imperante en Europa durante la época que conocemos como el Antiguo Régimen (siglos XV-XVIII) fue el llamado absolutismo. En las monarquías absolutas, el rey no veía limitado su poder ni por las leyes ni por cualquier otro tipo de institución, ni civil ni religiosa. En la persona del soberano se concentraban todos los poderes del Estado. Aunque existían otros órganos, como por ejemplo los Estados Generales de cada reino, el monarca consideraba que estaba por encima de ellos y que le debían obediencia.
El comienzo del absolutismo debemos situarlo en el siglo XV. Si bien teóricamente durante la Edad Media el rey estaba por encima de todos los nobles de su reino, en la práctica su poder dependía de ellos, ya que eran los nobles los que tenían a su cargo a los vasallos que debían ser movilizados para ir a la guerra o los que se encargaban de recaudar los impuestos. Con el fin de acrecentar su poder, los monarcas pusieron en marcha una serie de reformas, como la creación de ejércitos dirigidos directamente por ellos, la recaudación de impuestos para sufragar la creación de una nueva administración o el nombramiento de funcionarios leales y cualificados que obedecían las órdenes de la Corona. Este proceso tuvo éxito en muchas partes de Europa, y ya en el siglo XVII podemos afirmar que muchas de las monarquías europeas eran de carácter absoluto.
Francia es el Estado donde se implantó el absolutismo con mayor fuerza. Durante el reinado de Luis XIII, su ministro el cardenal Richelieu reforzó el poder de la monarquía a través de la centralización de la administración pública, que puso bajo control directo del rey. El sucesor de Luis XIII, su hijo Luis XIV, el llamado 'Rey Sol', está considerado como el más representativo de todos los monarcas absolutos. Es especialmente célebre su frase: <<el Estado soy yo>>, que simboliza y resume la idea de que es la persona del rey donde se concentran todos los poderes públicos.
También es francés uno de los autores que defendieron con mayor entusiasmo las bondades del absolutismo: J.B. Bossuet, el autor del texto que comentamos. Bossuet, que llegó a ser obispo, justifica el poder absoluto del rey afirmando que procede directamente de Dios, lo que quiere decir que ningún hombre puede ni debe ponerle límites y que oponerse a él supondría un sacrilegio. También sostuvo la idea del rey como padre del pueblo, es decir, como alguien cuyas acciones van guiadas a hacer el bien general.
Ideas como las de Bossuet fueron perdiendo terreno a medida que el siglo XVIII fue avanzando, debido al movimiento que conocemos como la Ilustración, que discutía el absolutismo y proponía alternativas. Su influencia es palpable entre las capas más prósperas y cultas del pueblo llano, la llamada burguesía, que comenzaría a oponer resistencia al poder del monarca en distintos ámbitos u ocasiones, como en algunas convocatorias de los Estados Generales. Incluso el propio absolutismo se vio influido por las nuevas ideas, como puede observarse en la acción de algunos reyes que pusieron en marcha algunas reformas ilustradas, práctica a la denominamos despotismo ilustrado.
El principio del fin del absolutismo vino de la mano de los revolucionarios liberales franceses, que rechazaron la idea del origen divino de los reyes y la sustituyeron por la idea de nación, entendida ésta como una comunidad de individuos libres unidos para formar una comunidad política.

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