Dios
estableció a los reyes como sus ministros y reina a través de ellos sobre los
pueblos [...]
Los
príncipes actúan como los ministros de Dios y sus lugartenientes en la tierra.
Por medio de ellos Dios ejercita su imperio. Por ello el trono real no es el
trono de un hombre sino el de Dios mismo.
Se
desprende de todo ello que la persona del rey es sagrada y que atentar contra
ella es un sacrilegio. [...]
No
existe ninguna forma de gobierno ni institución humana alguna que no presente
inconvenientes; de tal suerte que se debe seguir con el mismo tipo de gobierno
al que un largo tiempo de vivencia ha acostumbrado al pueblo. […]
Únicamente
al príncipe incumbe velar por el bienestar del pueblo; éste es el primer
artículo y fundamento sobre el que se basan los demás; […] no puede existir
poder alguno que no dependa de él; ni asamblea alguna que exista si no es
contando con su visto bueno.
Así
es cómo, a favor del bienestar de un Estado, se deposita en una misma mano todo
el poder. El desperdigar dicho poder es dividir al Estado; es dar al traste con
la paz pública.
Por
su condición, el príncipe es el padre del pueblo; su grandeza le sitúa muy por
encima de los intereses mezquinos; a mayor abundamiento, toda su grandeza y su propio
y lógico interés se basan en el que el pueblo sea conservado, puesto que a la
postre si le faltase el pueblo, dejaría de ser príncipe. Por tanto, nada mejor
que entregar todas las riendas del poder del Estado a aquel que mayor interés
tenga en la conservación y en la grandeza del Estado.
BOSSUET, J.B., Política
según las Sagradas Escrituras, 1709
COMENTARIO
El
texto que vamos a comentar es un texto de carácter filosófico político. Su
autor es J. B. Bossuet, clérigo e intelectual francés de finales del siglo XVII
y principios del XVIII que destacó por su defensa del régimen absolutista
utilizando argumentos de tipo religioso. El texto es un fragmento de su obra Política según las Sagradas Escrituras,
publicada póstumamente en 1709, en la cual justificaba la situación política de
su tiempo afirmando que el poder del rey era de origen divino y que, por tanto,
su poder debía ser absoluto. El destinatario del texto es público.
En cuanto a las ideas principales expuestas
en el texto, debemos destacar una: la del origen divino del poder del rey.
Bossuet sostiene que es el mismísimo Dios quien elige a los reyes para que
gobiernen en su nombre; por tanto, la persona del rey es sagrada, y su poder,
indiscutible y absoluto, y ningún otro órgano, ni persona, ni ninguna ley pueden
limitarlo. Como idea secundaria, podemos destacar la defensa que hace Bossuet
de la autoridad real utilizando como argumento que no hay nadie más interesado
que el soberano en defender el bienestar de su pueblo y la grandeza del Estado.
Otra idea secundaria digna de ser mencionada es que debe mantenerse la
monarquía, porque es la forma de gobierno a la que el pueblo está acostumbrada.
La forma de gobierno imperante en Europa
durante la época que conocemos como el Antiguo Régimen (siglos XV-XVIII) fue el
llamado absolutismo. En las monarquías absolutas, el rey no veía limitado su
poder ni por las leyes ni por cualquier otro tipo de institución, ni civil ni
religiosa. En la persona del soberano se concentraban todos los poderes del Estado.
Aunque existían otros órganos, como por ejemplo los Estados Generales de cada
reino, el monarca consideraba que estaba por encima de ellos y que le debían
obediencia.
El comienzo del absolutismo debemos situarlo
en el siglo XV. Si bien teóricamente durante la Edad Media el rey estaba por
encima de todos los nobles de su reino, en la práctica su poder dependía de
ellos, ya que eran los nobles los que tenían a su cargo a los vasallos que
debían ser movilizados para ir a la guerra o los que se encargaban de recaudar
los impuestos. Con el fin de acrecentar su poder, los monarcas pusieron en
marcha una serie de reformas, como la creación de ejércitos dirigidos
directamente por ellos, la recaudación de impuestos para sufragar la creación
de una nueva administración o el nombramiento de funcionarios leales y
cualificados que obedecían las órdenes de la Corona. Este proceso tuvo éxito en
muchas partes de Europa, y ya en el siglo XVII podemos afirmar que muchas de
las monarquías europeas eran de carácter absoluto.
Francia es el Estado donde se implantó el
absolutismo con mayor fuerza. Durante el reinado de Luis XIII, su ministro el
cardenal Richelieu reforzó el poder de la monarquía a través de la
centralización de la administración pública, que puso bajo control directo del
rey. El sucesor de Luis XIII, su hijo Luis XIV, el llamado 'Rey Sol', está
considerado como el más representativo de todos los monarcas absolutos. Es
especialmente célebre su frase: <<el Estado soy yo>>, que simboliza
y resume la idea de que es la persona del rey donde se concentran todos los
poderes públicos.
También es francés uno de los autores que
defendieron con mayor entusiasmo las bondades del absolutismo: J.B. Bossuet, el
autor del texto que comentamos. Bossuet, que llegó a ser obispo, justifica el
poder absoluto del rey afirmando que procede directamente de Dios, lo que quiere
decir que ningún hombre puede ni debe ponerle límites y que oponerse a él
supondría un sacrilegio. También sostuvo la idea del rey como padre del pueblo,
es decir, como alguien cuyas acciones van guiadas a hacer el bien general.
Ideas como las de Bossuet fueron perdiendo
terreno a medida que el siglo XVIII fue avanzando, debido al movimiento que
conocemos como la Ilustración, que discutía el absolutismo y proponía
alternativas. Su influencia es palpable entre las capas más prósperas y cultas
del pueblo llano, la llamada burguesía, que comenzaría a oponer resistencia al
poder del monarca en distintos ámbitos u ocasiones, como en algunas
convocatorias de los Estados Generales. Incluso el propio absolutismo se vio
influido por las nuevas ideas, como puede observarse en la acción de algunos
reyes que pusieron en marcha algunas reformas ilustradas, práctica a la
denominamos despotismo ilustrado.
El principio del fin del absolutismo vino de
la mano de los revolucionarios liberales franceses, que rechazaron la idea del
origen divino de los reyes y la sustituyeron por la idea de nación, entendida
ésta como una comunidad de individuos libres unidos para formar una comunidad
política.
Es absolutamente genial este resumen muchas gracias
ResponderEliminarmuy usable
ResponderEliminarh
ResponderEliminarte amo
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